Ayer camino a mi casa, una niñita de aproximadamente 6 años se subió al metro. Iba con las ropitas rotas, el cabello enmarañado y una botella de plástico que le servía de instrumento para cantar.
La niña iba llorando, como si la acabaran de regañar, parece que le ganó la pipí y olía a alcohol. Con sus ojitos mojados y la voz entrecortada intentaba cantar "la negra tomasa".
Fue una situación desagradable, miles de cosas pasaron por mi cabeza; tal vez su papá le pegó por no llevar dinero a la casa. O quizás es una de tantas sin hogar, ¿pero por qué lloraba? ¿por qué olía a alcohol?, sólo imaginen... realmente triste. Muchos la ignoraron, sin nisiquiera verla, otros sólo le regalaron una sonrisa y yo...
Me dieron ganas de extenderle mis brazos, secarle esas lágrimitas y llevarla a mi casa. ¿pero cuál casa? si yo tampoco tengo. No sé que expresión tendría mi rostro, porque la niña nisiquiera se acercó a mí.
¿Cuántos niños pasarán por está situación?...con su cruel realidad, de saberse solos por las calles, sin papá, sin mamá, o que si los tienen los manden a trabajar, tan pequeños, tan inocentes, tan faltos de amor. Qué injusticia!
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